AMANTES DEL CAMPO

viernes, 26 de agosto de 2011

EL LEGADO DEL GUERRERO

Cuando después de pasar la mitad de la vida estudiando, sales al mundo pensando en que lo sabes todo. Te sientes seguro, fuerte, introvertido, no hay nada que te amilane.

Con el tiempo la misma vida va colocando las cosas en el lugar que le corresponden y te vas dando cuenta que hay lecciones que no se estudian en la Universidad, que hay conocimientos, que no son los estrictamente académicos y que te enseñan más y mejor que el más grueso de los libros.

La experiencia en la vida es la mejor enciclopedia. Pero, para darse uno cuenta de esto, tienen que pasar otros 25 años más como mínimo. Tras este periodo, esa seguridad firme y convencida se empieza a tambalear y, aunque la juventud se vaya manteniendo dignamente, percibes señales que te indican que ya no todo es lo que parece y que la misma cosa puede ser blanca o negra, según el momento y las circunstancias.

Es en esta nueva fase, cuando aprendes más a escuchar que a hablar y a meditar tus experiencias, mientras asimilas las de los demás. Tus reflexiones, tus consejos son ya más producto de tu propia experiencia que de la inteligencia. Llegará un día en que piense como el filósofo griego cuando dijo "Solo sé que no se nada y, al saber que no se nada, algo sé"

Hago estas reflexiones porque tengo la suerte de tener a mi amigo Andrés Guerrero que es una fuente de saber, de madurez y de experiencia.

Octogenario largo, curtido en muchas lides es amante de la buena conversación al margen de la vulgaridad y del chismorreo. Estos últimos cinco años han sido muchas, pero muchas, las mañanas que hemos compartido tertulia mientras tomábamos café en "La Italiana".

Hemos repasado episodios de la Guerra Civil, de la Postguerra, hemos hablado mucho del campo y también me ha comentado multitud de anécdotas de vecinos y paisanos.

Sin ser consciente de ello iba derrochando saber y experiencia, mientras yo asimilaba consejos, pensamientos y opiniones. Todo un vademécum de la vida.

Pero hoy ha sido un día especial. Quería hablarme de algo muy importante y enseguida se lo he notado. No es un hombre de fácil conversación con quien no quiere, ni que muestre en absoluto sus sentimientos, pero al decirme que me sentara frente a él, que no hablara hasta que terminara y que era una decisión irrevocable, ya sabía yo que algo muy importante para él tenía en su mente.

Mira, me decía, cuando puedas, te vas a llevar el "isocarro", tú te lo llevas al cortijo y si no te ve nadie cuando te lo lleves mejor, no tengo ganas de dar explicaciones.

Yo, le respondí que no podía hacer eso. Que el carromato eran sus pies, que ¿cómo iba a ir a la Vega a ver su haza de chirimoyos?.

No me dejaba terminar mis palabras, estaba decidido a dejarlo todo. Yo le miraba su cara arrugada y su aspecto cansado y vencido y hasta creo que en algún momento se le escapó alguna lágrima.

Haciendo caso a su requerimiento desde hoy mismo descansan su rotavator y su remolque bajo los muros del cortijo. GRACIAS ANDRÉS GUERRERO, se que este gesto ha sido con todo tu corazón y era tu joya más preciada. Sabes que siempre lo cuidaré y que cuando lo vea te recordaré como un buen amigo y un buen hombre.

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